La obesidad es una enfermedad crónica que se asocia a patologías que limitan la esperanza de vida y deterioran la calidad de la misma, dando lugar así a una afectación física y psíquica en quien la padece.
Se caracteriza por un exceso de grasa corporal, aunque en la práctica se emplea la relación peso/talla para determinar si existe obesidad y el grado de la misma. Calculamos el IMC (índice de masa corporal) dividiendo el peso en kilos por la talla en metros al cuadrado. Existe consenso a nivel internacional para considerar a una persona adulta como obesa si su IMC es igual o mayor a 30 tanto en mujeres como en varones y de obesidad mórbida cuando es superior a 40. Hablamos de sobrepeso cuando el IMC está comprendido entre 25 y 29.9, estado en el que ya existe exceso de grasa corporal y con frecuencia es un estado transitorio hacia la obesidad.
Se correlaciona con un incremento de diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, síndrome de apnea del sueño, insuficiencia cardíaca, alteraciones del ritmo cardíaco con fibrilación auricular, gota, accidentes cerebro vasculares, insuficiencia venosa y degeneración en las articulaciones de carga. Asimismo está más que probada la asociación de obesidad con cáncer de estómago, colon, páncreas, mama, endometrio, riñón, próstata y vejiga.
Es un problema sanitario de primera magnitud en base a su alta prevalencia y a las consecuencias que conlleva en la población que las sufre. Actualmente en España el 14 % de los adultos padece obesidad y el 39% sobrepeso. Estas cifras no solo aumentan año tras año, sino que la categoría que más aumenta es la obesidad más extrema, lo cual comporta mayor gravedad, mayor número de enfermedades asociadas y por lo tanto mayor mortalidad.
Actualmente es el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo y la segunda causa de muerte evitable derivada de hábitos personales, solo superada en la actualidad por el tabaquismo.